Blablablabla
Se me da mejor escribir que hablar.
Y es curioso, irónico, que yo lo diga, que hablo por los codos, que no me callo ni debajo del agua, que soy algo cantosa, una bocas.
Sin embargo así es. Me expreso mejor en el papel. Hablando, la cabeza me juega malas pasadas, lleva su propio ritmo, se acelera y boom, las palabras salen desperdigadas, apelotonadas de mi boca, como si quisieran escapar de mi garganta, como si no pudiera sujetarlas, como si, de alguna forma, me hiciesen daño por dentro y solo quisiera expulsarlas.
Y llega ese momento, donde estas palabras que eran tuyas, ya no lo son, han volado, son del otro y de su interpretación, con su tono, su contexto, de su sentido. Y ya no hay vuelta de hoja.
Escribir me permite ordenar, colocar, estructurar toda esa maraña de pensamientos que anidan en mi interior. Me permite pausar mi vida, tachar, hacer borrón y cuenta nueva, arrugar el folio, tirarlo a la basura y volver a empezar. Desde el mismo principio o hasta otro final distinto.
Escribir me libera, me desnuda, me vacía por dentro. Escribir es mi terapia, mi forma de vomitar todo lo que se me pasa por la cabeza, todo lo que de otra forma se quedaría dentro, me desgarraría, y soltaría por la noches, mientras duermo, hablando a la nada de mí cuarto, curándome desde el subconsciente.
Hablar, escribir, que más da, expresarse.
Y contarme cómo me siento, y cómo aquella canción me sigue acompañando en cada trayecto. Mira otra forma de expresión.
He necesitado hablarme mucho, despacio y muy bajito, susurrando y acariciando cada espacio, para llegar a este punto donde las circunstancias, las palabras de los demás, los sucesos se colocan en ese orden que yo he establecido, donde me afectan hasta donde yo quiero que me afecten.
He necesitado escribir(me), largo y tendido para entender que hay personas que ya no más, personas que han cambiado de lugar en mi mundo, personas que han puesto punto final a una historia pero automáticamente han abierto otra donde ambos estamos mejor, más conectados. Y es que no sirve ilusionarte de más, no sirve forzar una amistad, un encuentro, una relación.
Que a veces hay que saber aprovechar y disfrutar del momento, de lo que te ofrece aquel aunque sea muy diferente a lo que algún día imaginaste. Reconocer que las amistades cambian porque todos evolucionamos.
Si también estás bien. Y te gustan esas opciones.
Que aquello no fue, pero esto funciona.
Comentarios
Publicar un comentario