Inevitable

Aquella tarde de junio, los recuerdos se acumularon en el estómago, haciendo un nudo perfecto, difícil de deshacer.

Aquella tarde de verano, tu cabeza era una máquina funcionando a pleno rendimiento, memorizando cada instante, cada mirada, cada caricia. Había que encontrar el botón de Pause pero no lo encontraba por ninguna parte.

Dolía. Todavía dolía. En realidad, no afirmabas, preguntabas. Incrédula. Los días se habían convertido en semanas, las semanas en meses. A veces parecía que había pasado muchísimo más tiempo y otras, al cerrar los ojos, parece que fue ayer la última vez que te robó un beso, que te sacó una sonrisa.

Tu cuerpo nervioso, tu corazón a mil por hora, intentando unir piezas, rellenar los huecos de la historia. ¿En qué momento todo se rompió? ¿En qué momento todo cambió? ¿En qué preciso instante la torre de naipes aterrizó en la mesa y nadie hizo nada por recomponerla?

Una falsa apariencia de tranquilidad y sosiego se estableció en tu vida. La calma de antes de la tormenta, ésa que te cala los huesos de repente, precipitando todos los recuerdos guardados en alguna parte de tu mente. 

Y luego paz. Y el destino haciendo de las suyas, reafirmándose en lo inevitable y a la espera de lo que está por llegar.

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