La mala costumbre del aquí y el ahora
La impaciencia, la necesidad del aquí, del ahora, del ya. La mala costumbre de empeñarnos en que las cosas sucedan cuándo, dónde y con quién yo quiero. Dar ochocientas vueltas al mismo asunto, hacerte millones de preguntas de 'por qué no a mí', 'y ahora qué hago'. Una consecución de interrogantes que nos llevan directos a una situación de preocupación, de infelicidad, por algo que todavía no ha ocurrido o que nunca ocurrirá.
Incluso, para aquellos que, como yo, tienen la creencia de la existencia del destino, de que los acontecimientos que rodean tu vida se encuentran predeterminados de algún modo, resulta difícil no impacientarse cuando las cosas no salen de la manera que deseamos. Y claro que estamos en nuestro derecho de decepcionarnos y tirar todo por la borda, de martirizarnos de cierta forma pero también es cierto que siempre llegamos al misma conclusión: no sirve para nada.
Con el paso de los años, te vas dando cuenta que no merece la pena vivir esperando, persiguiendo futuros que no dependen únicamente de nosotros. Vivir día a día, sorprendiéndose de lo que va pasando, más feliz. Dejar(se) ir más a menudo, hacer alguna locura, enamorarse en ese momento, porque ha venido sin pensarlo, sin planificarlo, de golpe, con una sonrisa y cuatro cervezas en un parque. Lo demás, lo que "creemos" importante, ya vendrá, sin perder el objetivo pero a su tiempo. Como todo, como siempre ocurre, por mucho que queramos negarlo.
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