Y así nos va...
Las personas somos peculiares, extrañas. Somos seres curiosos, distintos, heterogéneos. Buscamos la felicidad sin saber dónde buscarla, y sin saber que, quizá, ya la hemos encontrado.
Lloramos a escondidas, reímos a medias. Hablamos de más y muchas veces de menos. Necesitamos sentirnos queridos, necesitamos estar rodeados de gente, que nos bailen el agua. Que nos hagan caso, que aconsejamos.
Buscamos salir perfectos en las fotos, sin darnos cuenta que las mejores son las que se sacan despistado, con el pelo alborotado y las arrugas en los labios. Observamos a la gente, nos dejamos lleva por lo que hacen, sin pararnos a pensar si de verdad lo queremos o lo necesitamos.

Juzgamos al diferente sin mirarnos por dentro, sólo porque las piezas no encajan a la primera. Obligamos a los otros a seguir unos planes sin sentido, les convencemos que lo que uno hace es lo bueno, lo 'que hay que hacer', lo 'normal', lo lógico. Huimos de la personalidad, del que no sale porque no le apetece una puta mierda, del que hace todo al revés porque así es como le apetece hacerlo, del que le gustan las rubias en vez de las morenas, del que viste en desacuerdo con el evento.
Nos reímos de chorradas, y contagiamos las mismas tonerías. Hacemos necesario reír, lloar,posar, besar, bailar en un momento o de la forma que dictan 'las costumbres'.
Huimos de lo diferente y así nos va. Luego nos quejamos de que todos son iguales, de que siempre me pasa lo mismo, de que ojalá mi vida no fuera tan aburrida, cuando no dejamos de hacer lo mismo, en el mismo orden y con la misma gente.
La gente ya no se moja, no opina de corazón, no es sincera. Aunque vaya presumiendo de ello por ahí. Nos mantenemos en nuestra zona de confort y así nos va. Fatal. Falta autenticidad. Sí, falta gente genuina
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