Yo al cuadrado
Soy una egoísta. Soy una persona que siempre piensa en ella antes que en los demás, quizá porque ha llegado a la conclusión de que es mejor seguir tus instintos y hacer lo que te da la gana. Siempre. Sin excepción. Soy una cabezona por perseguir imposibles. Soy una extraña que no sabe lo que quiere, una rara que se arriesga, y de vez en cuando gana. Pero ahí en la zona de confort, donde puede tener todo controlado, donde sabe moverse, donde se siente segura. Pero también soy una estúpida, que no se atreve a sacar los pies de debajo e las sábanas por si sale el monstruo del armario, por si no te deja dormir y te acribilla a preguntas. Que prefiere meter el pie antes de que se enfríe y dar media vuelta para seguir durmiendo, a la espera de un nuevo amanecer donde puedas mover los pies y bailar sin miedo a caer al suelo. Y sonreír y confiar. Y hacer y deshacer a tu antojo. Y sino da igual, tu ahí estás a salvo de las tormentas, del terremoto emocional, de las lágrimas de cocodrilo, de la caída libre.
Y sí, soy una egoísta. Que lo quiere todo a la vez cuando sabe que no puede ser. Que se engaña a sí misma buscando que lo que no se puede encontrar y perdiendo lo único que no sabe tener. Que desde su posición se siente bien, que sólo interviene en casos de urgente necesidad, sin ánimo de implicarse, sin ganas de resolver nada. Que solo sale cuando no hay moros en la costa, cuando ha escampado después de una larga tormenta. Pero que desea, en el fondo, que llueve y que alguien la saque a bailar bajo la lluvia. Y de repente, te asustan los truenos y huyes al portal más cercano, buscando dos ojos azules que simulen las tardes de verano.
Así, pura contradicción, pura confusión, pura maraña de pensamientos sin un hilo conductor.
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