Lluvia en el cristal, besos en el aire

Empaparme con la lluvia siempre fue mi perdición. 
Nunca me importó acabar calada hasta los huesos una noche de verano, 
ni acabar abrazada a ti si ésta era la otra opción. 

Correr hasta tu destino y saltar sobre todos y cada uno de los charcos que me encontraba, 
saltarme los semáforos si eso supone añadir adrenalina a este loco corazón. 
Derrapar a medio camino y refugiarte en un portal 
cuando crees que ya has tenido suficiente por hoy, 
que ya vendrá otra tormenta que decida empaparte el corazón otra vez. 

Siempre corro sin paraguas. 
Supongo que no es buena combinación. 
Dicen que te mojas más corriendo que si caminas despacio.
Pero las gotas recorren tu rostro, 
indicando que hace tiempo que gotas saladas no mojan tus mejillas,
llorando por ti, 
recordando que en la vida también debemos sufrir.

Pero tu sonríes más fuerte, más amplio.  
Siempre fui de elegir que llueva a que no lo haga. 
Pero nunca llueve a gusto de todos. Y qué gran verdad. 
Lluvia en el cristal, besos en el aire.
Carreras de gotas en la ventana del coche, 
contar cada cuantos segundos rebotan sobre la ventana de tu habitación, fueron mis actividades preferidas para las tardes de domingo. 

Quizá siempre fui de empaparme con tormentas imposibles.
Quizá esté loca por preferir los días grises y lluviosos.
Pero estos días necesitan de tu sonrisa para que vuelva a salir el sol,
necesitan disipar de tu mente los malos recuerdos.
Inspira, exhala y que llueva lo que tenga que llover.

Comentarios

Entradas populares