Agosto

Aquella noche llovía. Era una tormenta de verano y los relámpagos podían verse tras las montañas. Asustaban, sí. De vez en cuando se escuchaba algún trueno y se acercaba la medianoche. Sin embargo nuestras ganas no temblaban ante las gotas sobre el cristal, ni se desvanecían por el encendido del cielo. Seguramente se acabaría y ni siquiera llovería en condiciones.
Subió al coche. Ya era noche cerrada. Extremoduro sonaba en el Seat Ibiza blanco y el copiloto subió el volumen, animando al resto de pasajeros. Agosto se acababa y no podía terminar de cualquier forma.
Los vasos se movían entre las manos, los hielos caían en el fondo y se llenaban de todas las mezclas que puedas imaginar. Refrescaba y el vaso temblaba tras cada escalofrío. No quedaba más remedio que moverse o cantar o qué se yo. Calentar las manos. De una en una aunque fuera. Turnándose con el cubata.

Y chillar cada estribillo y quedar afónica cada fin de semana. ¡Y que más da! Si el verano está para eso. Para vivir historias, para brindar por juntarnos cada mes de agosto, para reconstruir la noche la mañana del domingo entre vermú y vermú, para reírnos, para aprender de los pequeños y también de los mayores, para no querer volver a casa, o querer volver lo más tarde posible. Para desayunar el bocadillo de beicon o las migas a las 9 de la mañana. Para vivir sin preocupaciones, para sonreír cada vez que recuerdes esas fantásticas noches.

Y es que durante ese mes somos de los que nos cuidan cada madrugada y nos llevan sanos y salvos a la cama, de los que van a recargarnos el cubata, de los que se beben el último trago, de los novatos que quieren probarlo todo y si te descuidas te dejan sin una gota. De los que nos sacan a bailar en aquella discoteca de pueblo, de los que nos dedican una canción y de los que brindan por alguna tontería.

Y sí, aquella noche al final diluvió. Y nos tuvimos que venir antes de lo previsto. Y nos calamos y la música se paró pero Extremoduro continuaba sonando en el coche. Volvimos a casa con otra anécdota que guardar en la memoria. Con otra noche para el recuerdo.

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