No es lo mismo interrumpir algo iniciado que evitar su inicio
El otro día estaba tumbada en el sofá, no tenía ganas de seguir extensos manuales de Derecho así que cogí una revista que había encima de la mesa del salón. Como tengo la mala costumbre de empezar a leerlas por el final, me encontré con artículo que me llamó mucho la atención. Hablaba sobre el aborto y la opinión de aquel sector más conservador de la sociedad, proyectando así su opinión totalmente opuesta.
El aborto, para ese sector conservador y pro-católico es una monstruosidad y un horror. Pero en realidad para todos lo es. Pero no es eso a lo que voy sino como está proyectando el Gobierno ésta nueva reforma.
Me consta que para las mujeres que optan por esa medida es igualmente un horror, algo que jamás tomarán a la ligera, que les dejará una huella y en ocasiones algunos problemas de conciencia. Pero, al fin y al cabo, es su conciencia la que se enfrenta a la decisión tomada, no el Estado el que debe hacerlo mediante leyes inspiradas en la doctrina de la Iglesia. Para ésta todo aborto es un asesinato, en cualquier circunstancia, en cualquier fase y supuesto.
En cambio, en mi opinión, constituye sadismo obligar a dar a luz a una criatura que no va a sobrevivir y si, afortunadamente, lo hace estará condenada a una existencia de padecimientos, operaciones sin fin, graves malformaciones que la harán sufrir y maldecir cada instante de esa vida, si es que se puede llamar así.
Pero si acudimos a la opinión del Gobierno y lo que pretende reformar, se aprecia su contradicción. El actual Gobierno dice proteger al no nacido, pero si recorta y quita en gran medida las ayudas a la dependencia, quiere decir que se desentenderá del mismo cuando ya haya nacido. Ya no quedan ni ayudas a esa dependencia ni sanidad (o por lo menos que se puede propiamente llamar así). De esta manera, la Iglesia que está en contra de cualquier supuesto de aborto, y el mismo Gobierno se convierten en unas instituciones que prefieren proteger al que tan solo es un embrión y desamparar al niño y adulto producto de esa gestación.
Y es que no es lo mismo interrumpir algo iniciado que evitar su inicio, así que no olvidemos que es esa Iglesia la misma que condena igualmente las precauciones y los anticonceptivos.
De esta manera creo que el Gobierno debería escuchar más a sus ciudadanos, sus protestas, que si no he entendido mal no han pedido en ningún momento el cambio de legislación en ese aspecto. De forma que, si no había ninguna necesidad de cambio, ¿por qué el Gobierno ha llevado a cabo esa reforma? Podría ser para disipar el tema de la crisis económica o porque la Iglesia misma ha aprovechado la ocasión para instaurar sus opiniones.
El aborto, para ese sector conservador y pro-católico es una monstruosidad y un horror. Pero en realidad para todos lo es. Pero no es eso a lo que voy sino como está proyectando el Gobierno ésta nueva reforma.
Me consta que para las mujeres que optan por esa medida es igualmente un horror, algo que jamás tomarán a la ligera, que les dejará una huella y en ocasiones algunos problemas de conciencia. Pero, al fin y al cabo, es su conciencia la que se enfrenta a la decisión tomada, no el Estado el que debe hacerlo mediante leyes inspiradas en la doctrina de la Iglesia. Para ésta todo aborto es un asesinato, en cualquier circunstancia, en cualquier fase y supuesto.
En cambio, en mi opinión, constituye sadismo obligar a dar a luz a una criatura que no va a sobrevivir y si, afortunadamente, lo hace estará condenada a una existencia de padecimientos, operaciones sin fin, graves malformaciones que la harán sufrir y maldecir cada instante de esa vida, si es que se puede llamar así.
Pero si acudimos a la opinión del Gobierno y lo que pretende reformar, se aprecia su contradicción. El actual Gobierno dice proteger al no nacido, pero si recorta y quita en gran medida las ayudas a la dependencia, quiere decir que se desentenderá del mismo cuando ya haya nacido. Ya no quedan ni ayudas a esa dependencia ni sanidad (o por lo menos que se puede propiamente llamar así). De esta manera, la Iglesia que está en contra de cualquier supuesto de aborto, y el mismo Gobierno se convierten en unas instituciones que prefieren proteger al que tan solo es un embrión y desamparar al niño y adulto producto de esa gestación.
Y es que no es lo mismo interrumpir algo iniciado que evitar su inicio, así que no olvidemos que es esa Iglesia la misma que condena igualmente las precauciones y los anticonceptivos.
De esta manera creo que el Gobierno debería escuchar más a sus ciudadanos, sus protestas, que si no he entendido mal no han pedido en ningún momento el cambio de legislación en ese aspecto. De forma que, si no había ninguna necesidad de cambio, ¿por qué el Gobierno ha llevado a cabo esa reforma? Podría ser para disipar el tema de la crisis económica o porque la Iglesia misma ha aprovechado la ocasión para instaurar sus opiniones.
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