Me sonrojé, no suelo ser así, pero tú me hiciste sonreír.
Aquella brisa de verano siempre escondía algo: algún romance, una ilusión, una forma de aprender sufriendo. Porque siempre preferimos lo imposible, lo inalcanzable, los sueños.
Yo te quería preguntar si era posible alcanzar el sueño de dormirme junto a tí, de volar muy alto. Que el cielo nos espere y que me digas susurrando que me quieres.
Entonces te busqué y no te encontré. En ese momento, alguien se acercó y su aliento olía a ti, el perfume y ese acento que me hacía sonreír. Me pediste bailar y como tonta cedí.
Pasaron los años, nos volvimos a encontrar. Sin embargo, yo quería aprender amando. Quise dejarlo pasar y sonreír y bailar con él la última canción. Pero no pude, me faltaron fuerzas, me quedé muda al pensar que te podías reír de mi inexperiencia. Maldigo aquellas palabras que hicieron de nuestra historia un recuerdo en el olvido.
Yo te quería preguntar si era posible alcanzar el sueño de dormirme junto a tí, de volar muy alto. Que el cielo nos espere y que me digas susurrando que me quieres.
Entonces te busqué y no te encontré. En ese momento, alguien se acercó y su aliento olía a ti, el perfume y ese acento que me hacía sonreír. Me pediste bailar y como tonta cedí.
Pasaron los años, nos volvimos a encontrar. Sin embargo, yo quería aprender amando. Quise dejarlo pasar y sonreír y bailar con él la última canción. Pero no pude, me faltaron fuerzas, me quedé muda al pensar que te podías reír de mi inexperiencia. Maldigo aquellas palabras que hicieron de nuestra historia un recuerdo en el olvido.
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